El CD Tenerife volvió a ganar y lo hizo con solvencia, ganándole al segundo en la tabla clasificatoria por 4 goles a cero. A eso le llaman contundencia. Mata a los agoreros que decían que solo se les ganaba a los últimos de la Primera Federación y daba un golpe en la mesa a los derrotistas, entre los que me encuentro, que decían eso de “nos han cogido la forma de jugar”. Lo del sábado no sabemos si fue un espejismo, pero terminó con una sequía de goles que era preocupante. Se quedó una buena noche.
Luego tuvimos lo de la borrasca Claudia, que llevó a todo el mundo a una especie de confinamiento por aquello de las lluvias y las riadas. Vivimos acojonados, y si no es por una razón, es por otra. Prefiero que se pasen a que se queden cortos y nos pase como en Valencia o en la propia Santa Cruz durante aquel río en el que se convirtieron algunas calles o zonas por culpa de una lluvia que nadie había previsto. Lo que pasa es que somos capaces de pasar de algunos anuncios y por eso hay extranjeros que caen por hacerse una foto con la ola detrás, mojándose, y sin prever lo malo de esa situación.
Protestamos por todo, aunque lo de la educación online tiene sus paradojas y no todo el mundo está preparado para ello, lo mismo que el teletrabajo. He visto cómo un matrimonio se separaba durante horas porque uno tenía que hacer sus labores sentado en su casa, con un ordenador y una línea de datos, y otro tenía que ir a una gran superficie a trabajar, a pesar de que a todos nos decían que lo mejor era quedarse en casa. Entonces, si no había clientes, ¿a quién atender? Y el niño en casa porque no había clases, o con los abuelos, que generalmente no viven bajo el mismo techo. Buena idea, señor consejero, pero para otra vez vea la manera de que acierten un poco más los que se dedican a eso del tiempo.
Y luego tenemos lo de las cifras macroeconómicas y la economía de cada casa. A pesar de las afirmaciones optimistas sobre la economía, los salarios en España crecen menos que la media de la UE y son un 18 % más bajos; un esloveno gana más que un español. La inflación sigue aumentando (3,1 %) y productos como huevos, café y electricidad suben entre un 18 % y un 22,5 %. Actualmente hay cerca de 560.000 personas con más de un empleo, y por cada coche nuevo vendido, se transfieren cuatro usados.
Hoy cuesta una hamburguesa casera con papas más cara. Y el café ha subido un 25 % en el último año, mientras que una tortilla cuesta un 15 % más respecto a 2024. El aumento se debe al encarecimiento de la carne de vacuno (15,8 %), el huevo (13,4 %) y el café (16,2 %). Según el INE, el IPC subió un 2,5 % en octubre en Canarias, tres décimas más que en septiembre, pero por debajo del promedio nacional del 3,1 %. Canarias registra uno de los menores aumentos de precios, solo superando a Murcia.
Ayer domingo el editorial de La Gaceta de Canarias decía que “España vive una silenciosa cruzada. No es una guerra visible, pero sí constante: la que libra Hacienda contra los ciudadanos. En un país donde los sueldos suben sobre el papel, pero la inflación y los impuestos devoran cualquier mejora, la clase media siente que el esfuerzo ya no compensa. El Estado presume de estabilidad macroeconómica mientras la microeconomía —la de la calle, la del autónomo, el asalariado o el pequeño empresario— se hunde entre facturas, retenciones y miedo.
Cada nueva norma fiscal que se anuncia para 2026 suena más a advertencia que a avance. Se amplían los controles, se endurecen las sanciones y se multiplica la vigilancia”. Fin de la cita. Y claro, nos lo creemos todo.
Ahora tenemos lo de la factura digital y con un software homologado que, según Hacienda, prevendrá el fraude fiscal. Sin embargo, cabe señalar que gran parte del fraude suele producirse mediante transacciones no documentadas o fuera de los registros oficiales.
Se estima que la operativa empresarial no se verá excesivamente afectada por este cambio, dado que todas las entidades deberán adaptarse al sistema el próximo año y los programas informáticos necesarios ya están disponibles o pueden ser modificados convenientemente. Es lo que se ha llamado el sistema VeriFactu y que exige que todas las facturas se tramiten electrónicamente a través de la Agencia Tributaria, perfeccionando un procedimiento previamente existente mediante una mayor regulación administrativa.
No obstante, los microautónomos —profesionales con baja facturación y escasos o nulos empleados— deberán afrontar una nueva carga administrativa. Es previsible que esta obligación implique costes adicionales derivados de los servicios de gestoría, ya que deberán incorporar esta forma de emitir facturas y existe preocupación entre los autónomos, lo que podría incrementar el riesgo de abandono de la actividad formal o propiciar situaciones de informalidad laboral.
Diversas firmas de asesoría, consultoría y gestión han comenzado a ofrecer servicios dirigidos a facilitar el cumplimiento normativo, especialmente orientados a autónomos y microautónomos, en vista de que las sanciones por no utilizar VeriFactu pueden alcanzar hasta 50.000 euros anuales, una cuantía frecuentemente superior a la facturación anual de muchos profesionales de este perfil.
Porque estamos viendo que el otro asunto, en el que nadie hace nada, es el de la inversión pública en Canarias, en los Presupuestos generales de Canarias, que parecen un homenaje a la nada. Casi la mitad del dinero previsto para inversión no se ejecutó: 1.225 millones de euros quedaron sin usar, lo que significa que uno de cada dos euros nunca se materializó en obras o infraestructuras. El Gobierno presupuestó más de lo que podía llevar a cabo, debido a su dependencia de fondos europeos, proyectos no listos y una administración poco eficiente. Los presupuestos incluyen inversiones ficticias empujadas por criterios políticos, sin desarrollo técnico ni permisos, lo que resulta en planes que no pueden iniciarse. La Audiencia define esto como “falta de madurez”, es decir, planificación irreal.
En resumen: cifras que suenan a gloria, bolsillos que suenan a hueco, facturas que ahora serán digitales, pero no más baratas, y un gobierno que sigue prometiendo inversiones que se quedan guardadas en el cajón. Y mientras tanto, la vida continúa igual de cara y el ciudadano igual de solo.
La pregunta ya no es qué cifra va a anunciar el Gobierno mañana, sino cuánto más vamos a aguantar antes de exigir que las cuentas cuadren… pero en nuestra casa.