Francisco “Paco” Salazar no era un militante cualquiera: fue asesor en Moncloa, figura de apoyo interno para Pedro Sánchez y un perfil muy próximo a la estructura federal del PSOE. Con años de peso orgánico y buen encaje en la cúpula, su nombre era habitual en los engranajes internos del partido.
Hoy, su figura vuelve a la primera línea, pero por motivos muy distintos. El PSOE ha cortocircuitado la investigación interna después de que dos denuncias por acoso sexual se volatilizaran del sistema informático. Las militantes afectadas denunciaron hace cinco meses que Salazar “sobrepasaba las líneas” y mostraba “comportamientos misóginos”.
Ferraz, que admite una grave “falta de diligencia”, atribuye la desaparición de los documentos a un error informático. Pero añade que, con Salazar ya fuera del partido tras pedir la baja de militancia, “no puede continuar el procedimiento”.
El caso, que afecta a un hombre muy próximo al sanchismo, abre un nuevo foco de crisis en el PSOE y reaviva las dudas sobre la eficacia y la transparencia de sus protocolos internos frente a las denuncias de acoso.