Nueva ofensiva verbal del presidente de EE. UU. ahonda la tensión transatlántica justo en plena redefinición diplomática.
Donald Trump ha vuelto a cargar contra los dirigentes europeos, a los que calificó hoy como “débiles” y víctimas de un exceso de corrección política que, en su opinión, paraliza a Europa en un momento decisivo. Sus declaraciones, difundidas en entrevista con un medio internacional, reabren el pulso entre Washington y Bruselas.
En una entrevista publicada esta misma jornada, Trump describió a Europa como “un grupo de naciones en decadencia” encabezadas por líderes que, según él, carecen de valentía para actuar, demasiado preocupados por “ser políticamente correctos”. “I think they are weak,” dijo, añadiendo que Europa “no sabe qué hacer” sobre temas como migración, seguridad y comercio.
El presidente estadounidense acusó a sus aliados europeos de priorizar el discurso bienintencionado por encima de decisiones firmes: “Conocí a líderes inteligentes y a líderes estúpidos… Europa muchas veces elige lo fácil, lo políticamente correcto, y eso la deja indefensa”, enfatizó.
Las críticas llegan en un contexto de tensión diplomática por la política migratoria, los conflictos internacionales y el reajuste de alianzas globales. Varios gobiernos europeos ya han reaccionado con preocupación: para ellos, este tipo de declaraciones erosionan la confianza mutua y complican la coordinación en asuntos clave como la guerra en Ucrania o la economía global.
En Washington, la Casa Blanca defiende las palabras de Trump como “franqueza necesaria”: sostienen que Europa debe dejar atrás lo que califican de “autocompasión liberal” para recuperar “una postura realista y firme” ante crisis migratorias, rivalidades geopolíticas y los desafíos económicos.
Pero en Bruselas y en capitales nacionales los ecos no han sido buenos: diplomáticos advierten que la retórica de Trump —y su reciente estrategia de seguridad nacional— parecen destinados a “dividir” al bloque y a favorecer a formaciones políticas populistas que promueven agendas más radicales.
El choque verbal reaviva el debate sobre el futuro de las relaciones transatlánticas en este nuevo mandato: ¿puede Europa defender sus intereses sin armar un frente común frente a Washington? ¿O seguirá cediendo terreno ante la presión de discursos agresivos y unilateralistas?