Hoy se cumplen 47 años del referéndum constitucional de 1978, una consulta que marcó un antes y un después en la historia reciente de España. Aquella votación masiva, nacida del consenso y del deseo colectivo de cerrar heridas, abrió la puerta a una etapa de estabilidad, libertades y reconciliación nacional.
Entre los pilares que hicieron posible ese salto histórico destaca uno decisivo: la separación de poderes. La Constitución diseñó un sistema donde el poder queda dividido entre un Legislativo que legisla y controla, un Ejecutivo que gobierna sin extralimitarse y un Judicial independiente, pensado para proteger a los ciudadanos frente a cualquier abuso. Este equilibrio institucional fue la garantía de que España nunca volviera a caer en la concentración de poder que caracterizó al pasado.
La separación de poderes no es un concepto teórico: es el mecanismo que ha permitido que las leyes se aprueben con debate, que los gobiernos rindan cuentas y que los jueces actúen con imparcialidad. Sin esa arquitectura, el referéndum del 78 no habría supuesto el renacimiento democrático que millones de españoles celebraron entonces.
En un presente marcado por tensiones políticas, negociaciones complejas y debates sobre la independencia de las instituciones, el aniversario de la Constitución recuerda que nuestra fortaleza democrática depende de respetar ese equilibrio. Fue la clave para reconciliar a un país dividido y sigue siendo la columna vertebral de la España moderna.
Celebrar hoy la Constitución es recordar que la democracia se sostiene cuando cada poder cumple su papel y ninguno se impone sobre los demás. Sólo así se preserva el espíritu del 78: esperanza, convivencia y un país que decidió avanzar unido.