Cada vez son más las parejas que eligen una forma distinta de amar: compartir la vida sin compartir vivienda. Se trata del modelo LAT (Living Apart Together), un fenómeno social en expansión que rompe con el patrón tradicional de convivencia y redefine los vínculos afectivos en el siglo XXI.
Las parejas LAT mantienen una relación estable, con compromiso emocional y proyectos comunes, pero deciden vivir en domicilios separados. No se trata de distancia o falta de unión, sino de una apuesta consciente por preservar la autonomía personal y evitar los roces cotidianos que a menudo desgastan las relaciones.
Este modelo gana terreno especialmente entre personas que ya han convivido antes y no desean repetir esquemas, profesionales con vidas muy activas o parejas que valoran su independencia. Sin embargo, también plantea desafíos: la distancia física puede dificultar la gestión de conflictos o el día a día compartido, y no siempre es comprendido por el entorno familiar o social.
Lejos de ser una moda, el LAT refleja un cambio cultural: amar sin convivir no significa amar menos, sino hacerlo desde otra forma de equilibrio, más libre y adaptada a los tiempos actuales.
 
				 
											 
                     
                    